Acoso a club de fumadores de marihuana

Tal vez no lo sepas, pero has pasado por delante de un club de fumadores de marihuana varias ocasiones. En general son locales sin publicidad ni carteles, lo ideal para ignorar durante un paseo, se aglomeran en el centro de las ciudades. No se trata de negocios, sino que tienen licencia de actividad de asociación sin ánimo de lucro. En España ya hay más de mil, aunque más de la mitad están en Madrid y Cataluña. Mientras que en Cataluña hay más de 400 clubes de fumadores y su situación está regulada por ley, los presidentes de las cien asociaciones con local de Madrid están negros: desde hace no mucho se han cerrado 20 clubes y las autoridades han intervenido otra decena de ellos.

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En Madrid hemos tenido un ‘boom’ en dos o tres años, pasando rápidamente de 30 clubes a 180. La Fiscalía Antidroga de Madrid se ha puesto a cerrar locales.

No hay un censo conocido de clubes de fumadores hay en Madrid, tan solo una horquilla aceptada que los sitúa entre 80 y 180 locales. Algunos nunca se registran como asociación sin ánimo de lucro mientras que otros tienen especial cuidado de que su nombre no aparezca en internet. Muchos presidentes de clubes de fumadores no conocen a ningún otro, casi todos se enteran de los cierres por la prensa y no están federados a nivel autonómico ni nacional. Los que más saben son sus abogados, acostumbrados a lidiar una y otra vez con las mismas acusaciones. Mucha gente abre un club sin tener la más remota idea de lo que está haciendo. Acceden a unos documentos en internet y se montan un local con socios sin conocer los aspectos básicos de la ley, ni siquiera de la que regula las asociaciones.

Desde que se aprobó la Ley de Seguridad Ciudadana, rebautizada popularmente como Ley Mordaza, es ilegal transportar marihuana en la vía pública. Muchos clubes tratan de impedir que los socios salgan con el producto pero el cannabis es del socio y si quieren al final se lo llevan a casa.

La otra gran cuestión es cómo obtienen la marihuana si es ilegal plantarla. En Madrid y el resto del país es habitual la compra mancomunada, que no es más que un bote entre todos los socios que sirve para abaratar el producto, pero que al final compromete enormemente a quien la transporta al club. Se hacen compras de menos de 100 gramos, porque si la Policía te detiene con esa cantidad es posible que te enfrentes a una acusación por tráfico de drogas, y eso es un problema muy serio. Tal es el descontrol que el Supremo ha recurrido en varias de sus sentencias al ‘error de prohibición’, una figura jurídica poco habitual y que sostiene, a grandes rasgos, que el acusado estaba plenamente convencido de estar cumpliendo con la ley.

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Los cierres de los clubes de fumadores en Madrid no están sirviendo para ejemplarizar a los demás, básicamente porque casi todos acaban en acuerdos y hay muy pocas sentencias. Lo único conocido por todos es el modus operandi de la Policía. Envían a agentes de paisano a las puertas de los clubes y registran a los socios que van saliendo: cuando han conseguido un número determinado de incautaciones, acuden con ellas al juez para que autorice la intervención. Existe un patrón común en estos casos del que huyen todos los presidentes de clubes: la masificación.

María Valencia regenta desde hace tres años el club de fumadores «El Garaje», en Tirso de Molina. Afirma que la Policía ha acudido al local en varias ocasiones, tanto uniformada como de incógnito, sin que le generasen problema alguno. “Yo les dejo entrar, que miren lo que quieran, no tengo nada que esconder”, dice Valencia. El Garaje cuenta 160 socios, aunque tiene una lista de espera casi igual de larga. Su representante, en este aspecto, cumple a rajatabla con las sentencias del Tribunal Supremo, que indican que los clubes no pueden tener un número de socios desmesurado. “Hay un aspecto clave en los clubes cannábicos: no se puede hacer dinero con ellos. Esto es sencillo de comprender y, si yo tuviera 4.000 ó 5.000 socios como tienen algunos, me sería imposible no lucrarme”, explica.

 

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En su club, de 110 metros cuadrados, hay sofás, consolas de videojuegos, una mesa de billar y un futbolín. Sus socios disponen de estas instalaciones todos los días que quieran, en horario de tarde, sin restricción de tiempo. La cuota también les permite retirar una cantidad de marihuana al mes: “Esto es importante, porque en ningún momento es una venta. Se les dispensa el producto al que tienen derecho”, remata Valencia, que lamenta que otros clubes de fumadores hayan querido hacer negocio más allá de los límites que marca la ley: “¿Cómo puedes tener 4.000 socios en un local? ¿Cómo puedes evitar lucrarte recaudando tanto dinero al mes? Yo no podría hacerlo, no sabría cómo reinvertir todo ese dinero, esto es un club social”, dice la gestora de El Garaje.

Otro de los problemas habituales es que la presencia de socios en la calle molesta a los vecinos. Y, como la conducta está más asociada a jóvenes, algunos clubes de fumadores les han vetado el acceso. El el caso del «Cannabis Club Madrid», en la calle Doctor Esquerdo, que no permite la adscripción de turistas ni menores de 28 años. A su presidente, que prefiere mantenerse en el anonimato, le llegan 300 peticiones diarias que ni revisa. «Somos 70 socios, la mayoría treintañeros, pero muchos ya entrados en los cuarenta y los cincuenta, y no necesitamos a nadie más. Cuando hay una baja se pregunta a los socios si tienen una persona de confianza a la que proponer, de modo que no atiendo a las nuevas peticiones», explica. En su local solo ha entrado una vez la Policía, y ni siquiera sabía qué tipo de local era: «Hace unos meses entraron al local al robarnos y lo denuncié. Vinieron dos agentes y uno me preguntó: ‘Perdone que le pregunte, ¿pero a qué se dedica usted? Es que hay aquí un pestazo a marihuana tremendo’, y yo le expliqué que éramos un club de fumadores . Al poco volvieron, me pidieron entrar, les dije que no y hasta la fecha», dice.